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Proyecto coACTION Página 25 /27 Cultura escolar democrática Resumen Este análisis ha demostrado que el desarrollo de una cultura escolar democrática sostenible requiere un enfoque integrado y holístico. Las competencias democráticas no se desarrollan mediante la mera transferencia de conocimientos, sino a través de la participación activa en todos los niveles de la escuela. La escala de participación de Sherry Arnstein muestra muy claramente cuándo la participación es realmente real y va más allá de los gestos simbólicos. La experiencia en muchas escuelas primarias demuestra que el desarrollo eficaz de los valores, actitudes, habilidades y comprensión crítica democráticos solo tiene éxito cuando todos los miembros de la comunidad escolar participan en la toma de decisiones. Según William Glasser, la satisfacción de las necesidades psicológicas básicas es un requisito previo esencial para el acceso emocional a los valores y habilidades democráticos. Sin un sentimiento de seguridad, pertenencia, reconocimiento, libertad y alegría, los principios democráticos siguen siendo abstractos y no pueden interiorizarse profundamente. La escala de participación de Arnstein proporciona el marco de acción necesario y las estructuras pedagógicas en las que se pueden satisfacer estas necesidades y desarrollar sistemáticamente las habilidades. Por último, el modelo RFCDC del Consejo de Europa describe el sistema de objetivos claro: un joven que tiene habilidades democráticas profundamente arraigadas, asume responsabilidades, trabaja de manera constructiva con los demás y defiende activamente los valores democráticos. La escuela debe estar diseñada de tal manera que la dirección, el profesorado, el alumnado y las familias puedan trabajar juntas en proyectos y tener voz y voto. Esta cooperación activa satisface las necesidades básicas de Glaser y crea una cultura escolar democrática en la que todos los implicados practican la acción democrática y la viven como una parte natural de su vida cotidiana. Como «espacio de experiencia democrática», las escuelas deben permitir al alumnado vivir activamente los valores democráticos y los derechos humanos. Solo a través de esta participación integral y genuina de todas las partes interesadas se puede desarrollar un pensamiento y una acción democráticos auténticos, un objetivo que va mucho más allá de la mera transferencia de conocimientos y constituye la base de una ciudadanía activa y responsable.

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